En libertad…!

Viviré con toda libertad,
porque he buscado tus preceptos.


Salmo 19, 45

Una vez una amiga de mi mamá le preguntaba (frente a mí por cierto) ¿Y a ella le gusta ser religiosa?, La verdad al inicio me dio risa, porque pensé ¡Obvio! Estoy aquí porque me gustó la propuesta, luego ese mismo comentario me hizo recordar lo libre que soy, me hizo reflexionar en la grandeza de la libertad que Dios nos da al hacernos la propuesta y en este momento pienso en tantas historias, cada una diferente y con su chispa muy particular de libertad, quizá todas ellas se parecen a una historia que todos conocemos, la historia de aquella joven en Nazaret. En la que nos damos cuenta que a Dios no le interesan los títulos, la riqueza, el poder, es más bien el corazón libre y dispuesto a escucharlo; el corazón sencillo que no se complica con grandes formulaciones o conceptos complicados, un corazón que no está atado ni siquiera a él mismo.

Y es que así es la llamada de Dios o mejor dicho así es Dios, libre, libre y liberador

Dios comienza, de Él siempre es la iniciativa que no se nos olvide, es un don, un regalo y la persona es totalmente libre de elegirlo, a veces puede ser aterradora la libertad, porque te compromete, pero Dios no nos obliga, Él invita.

Esto me lleva a pensar en mis amigos, así son las relaciones de amistad auténticas; son liberadoras, no atas a ti a tu amigo, no lo retienes ni lo manipulas; una amistad autentica te conoce y te tiene paciencia, te llama y te anima cuando te sientes mal, porque sufre contigo. Te comprende y te acompaña, pero jamás te condiciona, es mutuo, no esperas recibir nada y aun así recibes y cuando no recibes no te frustra, porque en el fondo sabes que tu amigo es libre de elegirte, es libre de amarte. Esa amistad te invita sin palabras a darte, te hace crecer, creo que quienes hemos tenido esa experiencia de amistad, hemos tenido una probadita del Reino.

Confieso que en ocasiones he sentido un terrible miedo, por eso mencionaba antes que a veces puede ser aterradora la libertad, porque cuando sueltas de pronto sientes que te quedas sin nada ni nadie y que así será, eso nos pasa a los miedosos. Pero no es tan terrible como parece, porque soltar te deja las manos libres para abrazar, para sostener, para ensanchar el corazón.

La libertad que Dios nos da de elegirlo, se parece un poco a esta libertad de la amistad autentica, y digo un poco porque Dios es libre por esencia, Él no va a juzgar tu decisión final, aunque te hayas equivocado, te acompaña. Y te sigue dejando libre de volver a elegirlo. No te condiciona, te escucha. Aunque él se desborda en amor, y también espera que lo escuches, pero sigue respetando tu libertad.

Él nos acompaña en la aventura de descubrir su voluntad, nos manda señales para elegir la mejor parte, y respeta cualquiera que sea nuestra decisión final, pero y ¿Cuál es la mejor parte? Es aquella en la que nos descubrimos más felices, más plenos, es aquella en la que descubrimos que al final nuestro sueño más profundo es el mismo que Dios tiene para cada uno.

Si, la vocación es un misterio, y lo maravilloso del mismo es que siempre es novedad, jamás la entendemos, no terminamos de descubrirla porque todos los días hay invitaciones diferentes, y claro que aplica para todos los estados de vida, en el matrimonio, vida consagrada, vida laical; porque involucra toda la vida, tu sueño y Su sueño juntos.

Lo increíble del misterio de la vocación es que no lo vas a descubrir solo, poco a poco nos vamos dando cuenta de que Él siempre estuvo allí. Es decir, observamos nuestra historia y vemos que por difícil que parezca el camino, estuvimos acompañadas, yo creo que por eso cuando vemos que alguna dificultad fue muy grande nos sorprendemos de haber podido superarla, porque no lo hicimos solos, SU gracia nos bastó (2 Corintios 12, 9). Y en libertad mientras más le permita a Él trabajar en mi historia mejor será mi respuesta a su llamada

Hna. Nallely del Corazón de Jesús

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